Presentación
EDITORIAL
(Número 08, en Homenaje al doctor Roberto G. MacLean Ugarteche)
"Ser bueno es fácil, lo difícil es ser justo”, es la frase de Víctor Hugo que hemos elegido para abrir el presente número. Y ciertamente lo es, más aun en contextos sociales y políticos en los que la objetividad y la visión de futuro resultan cualidades indispensables pero escasas, y así la imparcialidad y la independencia judicial se convierten en verdaderos baluartes de coraje y valentía.
Este merecido homenaje a Roberto G. MacLean Ugarteche fue concebido sobre la base de un sincero afecto personal pero sobre todo por la admiración que despierta alguien que entrega todo de sí, con coraje, inteligencia y visión de futuro. Un maestro que piensa y enseña a pensar, un modelo de consistencia. También sabemos que nuestro querido Roberto no gusta de los reconocimientos, pero a pesar de eso, por la gratitud que sentimos hacia él y su obra, y por el mensaje a los jóvenes (de espíritu, pues la edad cronológica es solo un dato), decidimos rendir este tributo al Juez y reformador que ha sido y sigue siendo.
Sabemos que Roberto es un hombre de acción, por encima de las ponencias y de las obras escritas.
Hemos perdido la cuenta de las reformas judiciales que se han realizado. Se habla tanto de ellas que se ha envilecido el concepto. Cuántas consultorías inoficiosas, cuántos trabajos de gabinete, cuántos proyectos condenados al fracaso por no tener las cosas claras. Pero Roberto tiene las cosas claras. Se trata de hacer trabajo de campo. Se necesita el trabajo activo y comprometido de los jueces.
Roberto siempre ha estado a la orden, para poner sus conocimientos y experiencias desde hace décadas, siendo muchas veces incomprendido por la terrible razón de que no se le ha sabido escuchar, pues al hacerlo generalmente el destinatario ha estado pensando en el resultado inmediato, efectista, fijando la mirada en la hoja (ni siquiera en la rama o en el árbol) y no en el bosque.
Por eso es que la reforma en serio no comienza, porque no se entiende el mensaje de Roberto, sencillo y claro como el Evangelio. Cambia tú primero. No exijas a los demás que cambien. Eso nos compromete a cambiar, comprendiendo lo vacuo del statu quo, renunciando a nuestra forma rutinaria de trabajar, aceptando humildemente que es insuficiente para satisfacer la sed de justicia de los habitantes comunes.
Roberto es el juez cesante comprometido con la institución. Porque un juez que se precie de serlo en el sentido más alto y auténtico del término, nunca deja de serlo, a pesar de las renuncias, las no ratificaciones o los ceses por límite de edad; en su fuero interno continúa creciendo la semilla que lo impulsó a desempeñar tan alto encargo.
Entre tantas obras, Una justicia para el habitante común y La Justicia del Viento del Desierto nos dan idea de lo que se debe hacer para emprender la ansiada reforma judicial. Dan testimonio de que Roberto ha superado la dificultad anotada por Víctor Hugo. Es un hombre bueno y justo.
Como enseñan las escrituras Ningún profeta es bienvenido en su Patria, querido Roberto. Y tú no podías ser la excepción. Pero nosotros sí estamos dispuestos a escucharte como a un oráculo y a hacer cada día esas pequeñas grandes cosas que sumadas lograrán la ansiada Reforma Judicial que todos, como ciudadanos, merecemos. Ahora que estás en el Consejo Consultivo del Poder Judicial esperemos que se escuche tu voz y que empiecen los tiempos de acción.
Abraham Lincoln dijo “Casi todos los hombres son tan felices como se deciden a serlo”. Puede también decirse que los sistemas de Justicia son tan buenos como se decide que lo sean. Y nosotros, desde nuestras trincheras, decidimos que el nuestro sea un Poder Judicial eficiente, digno, moderno. Unámonos todos a esta noble decisión para que se haga realidad.
¡Feliz Día del Juez! ¡Feliz Día, Roberto!
Lima, 04 de agosto de 2013
Los editores
